Texto: Hernando Calaza | Fotos: Ezequiel Las Heras
En los últimos años la marca del rombo renovó casi toda su cartera, pero le estaba faltando un poco de emoción. Por el lado aventurero subió sus acciones con los Sandero Stepway y Duster, pero aún quedaba pendiente el costado deportivo. En este aspecto, primero presentó el Megane III R.S. que es casi un purasangre y ahora el Sandero GT line. En el medio apareció el Fluence Sport, que en lugar de agregar aditamentos estéticos y no tocar la mecánica, recorrió el camino inverso, colocando un 2.0L turbo de 180 cv, y casi ninguna seña deportiva en su diseño. Aquí analizaremos si se trata de una versión más enfocada a la velocidad o de un tope de gama.
CARACTERÍSTICAS TÉCNICAS
El Fluence comparte plataforma con el Megane III, puntualmente con la variante familiar ofrecida en Europa, que cuenta con distancia entre ejes más larga. Esto incluye suspensiones delanteras tipo McPherson y posteriores semi independientes.
Sobre este chasis, la marca montó un nuevo 2.0L con turbo que fue desarrollado por RTA, Renault Technologies America, con un equipo de ingenieros de Argentina, Colombia, Brasil y Chile.
Renault es muy escueta con su ficha técnica y no nos cuenta mucho más que la cifra de potencia, 180 caballos a 5.500 rpm y de torque, 300 Nm a 2.250 giros. Observando la cilindrada se puede deducir que este impulsor no es el mismo 2.0L utilizado en los demás Fluence, sino que está emparentado con el cuatro cilindros 16V aplicado en el Megane III R.S..
Asociado exclusivamente a una transmisión manual de seis cambios y con tracción delantera, la aceleración declarada por el fabricante es de 8.1 segundos para el 0 a 100 y 220 km/h de velocidad máxima.
DISEÑO ¿SPORT O TOPE DE GAMA?
Encontrar las diferencias entre este Fluence y el más equipado, Privilege CVT, es tarea de entendidos y meticulosos, ya que solo se destacan detalles como el diseño de las llantas de aleación de 17 pulgadas y las luces delanteras alimentadas por xenón y con lavafaros. El resto no parece cambiar.
Puertas adentro todo parece seguir el mismo camino, aunque con más componentes en negro, pero sin agregar costuras y otros elementos rojos, asientos más envolventes o un volante de base plana, por nombrar algunos clásicos ítems de versiones veloces. Los decorados son simples y hay cuero en butacas, volante, palanca de cambios y secciones en las contrapuertas.
Llama la atención que elementos como las bocas de aireación sean de plástico duro y brilloso restando sensación de calidad. La clásica pintura engomada o un decorado específico habrían levantado mucho el status del tablero. Se aprecian los plásticos de la parte superior del tablero, inyectados, suaves al tacto, y la construcción sólida.
MANEJO
El Fluence respeta la idiosincrasia francesa y por ello la posición de manejo ofrece con una pedalera levemente alta y cercana a la butaca, mientras que el volante queda algo inclinado y un poco lejos del conductor, aun tirando al máximo de la regulación de altura y profundidad. El cuadro de instrumentos está extrañamente inclinado y utiliza el amarillo, histórico color deportivo de Renault, en lugar del rojo para agujas y zonas límite.
Respecto de la ergonomía, algunas cosas son extrañas como el control de velocidad crucero y el limitador voluntario que se controlan desde el volante, pero se encienden desde una tecla cerca del freno de mano. Se agradece que la pantalla del navegador también se utilice para controlar el estéreo, pero la correcta navegación por los menús requiere un período de adaptación. Eso sí, la música suena muy bien.
La visibilidad en general es buena, limitada en las diagonales por dos problemas que afectan a casi todos los autos modernos, los pilares delanteros gruesos y muy inclinados, y una línea de cintura excesivamente elevada. Los espejos hacen un buen trabajo y en estacionamiento siempre está la asistencia de sensores posteriores.
Ya en marcha, el turbo necesita estar cerca del punto de torque máximo o unos instantes de acelerador antes de desarrollar su potencial. A partir de este momento, el Fluence Sport va desplegando su empuje de manera progresiva, sin la clásica explosión de los motores turbo muy comprimidos, y esto se traduce en una experiencia más relajada, pero siempre veloz.
La palanca de cambios no es el mejor ejemplo de precisión y velocidad, cumple con su trabajo correctamente, lo mismo sucede con el tacto de la dirección, con poco feedback, pero correcta asistencia, bien ligera para estacionar y moverse a baja velocidad, dura cuando se acelera.
Al encarar curvas cerradas, el Fluence Sport está más cerca de sus hermanos civiles que del purasangre Megane III R.S.. Se nota que las suspensiones siguen respetando el compromiso entre confort y estabilidad, hacen un buen trabajo conteniendo el rolido, sin eliminarlo. A muy altas velocidades la trompa comienza sustentar levemente, aunque también pudo ser culpa del día levemente ventoso.
En ciudad es confortable, pero donde más se disfruta este sedán es en las rectas y curvones, donde tiene velocidad y mucho músculo para hacer sobrepasos o mantener buenos cruceros sin ruidos. En 6ª viaja a 120 km/h con 2.500 rpm, con un consumo de computadora 12.2 km/L. En ciudad es fácil mantenerse cerca del consumo declarado de 11.2 L/100 km apenas unas décimas por encima de su hermano de 140 CV.
CONCLUSIONES
El Fluence en general es un sedán mediano que atiende el confort necesario en este tipo de vehículos de última generación. El Sport respeta este planteo, con un calibrado de las suspensiones un poco más sólido, pero lejos de la agresividad deportiva. Lo mismo sucede en el diseño, donde casi no se diferencia del modelo “convencional”. Estas características lo ubican más como un tope de línea que como una versión netamente deportiva.
En este caso hay que aplaudir a Renault ya que en lugar de crear una variante deportiva cuyo único diferencial sea estético, decidió dotarla con un motor realmente más potente. Seguramente en un futuro veamos la versión Black Edition con elementos estéticos ideales para aquellos que quieren hacer evidente el diferencial deportivo.
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