¿Te imaginás un auto construido en la Argentina para participar de un Gran Premio de Fórmula 1? El solo pensarlo eriza la piel. Este hecho, que suena a mito o leyenda, fue realidad. En 1975 Oreste Berta llevó al Autódromo de Buenos Aires uno de sus LR para plasmar ese objetivo. No lo logró, pero su empresa merece ser recordada.
Desde comienzos de la década de 1970 los prototipos Berta LR sonaron fuerte en el ambiente. El Mago puso en pista uno de ellos en los 1.000 Kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires entre 1970 y 1972, válidos por el Mundial de Endurance (hoy WEC), con Luis Rubén Di Palma y Carlos Marincovich al volante. Impulsado por un motor Cosworth, en la primera edición lograron el tercer tiempo clasificatorio. Pero en carrera fallas mecánica lo hizo abandonar, percances que se repitieron en la previa de los otros dos años cuando no pudo hacer de la partida.
Aunque ese sport prototipo fue el embrión del luego denominado Berta LR F-1. Aquella unidad fue transformada hacia 1974 en un monoposto que participó en la Fórmula 5000, categoría estadounidense de gran potencia. Néstor Jesús García Veiga fue su piloto.
El exitoso Berta LR fue la base del LR F-1.
Llegó el GP de la República Argentina de 1975. Oreste se inscribió en la prueba y puso al “Nene” García Veiga sobre el monoplaza. Sin presupuesto, pero con sobrado esfuerzo y dedicación, el auto estuvo en el Autódromo Oscar y Juan Gálvez donde no pudo participar de la actividad oficial.
Según cuenta la edición N° 452 de CORSA con la cobertura del GP argentino, “unas semanas antes de la carrera hubo una prueba previa con un motor de su producción que llegaba a 400 caballos. Oreste, sabiendo que eran necesarios por lo menos cincuenta burros más para estar en la conversación, mandó a hacer unos juegos de pistones a Estados Unidos que una vez en su sitio y en un block usado, de forma insólita no producían más que 360 HP…”
“Entonces el Mago optó por los anteriores pistones nacionales aumentando nuevamente la potencia, pero inesperados inconvenientes llevaron a fundir la planta motriz. Se cambió el tipo de aceite y aún así persistió el problema, aparentemente indescifrable. Al exigir los pistones, sistemáticamente se fundían y así se perdieron cuatro motores con los cojinetes de biela destrozados. A Berta le quedaban otros dos, pero no quiso arriesgarlos”.
Para colaborar en la causa el brasileño Wilson Fittipaldi, por entonces piloto del equipo Copersucar de su hermano Emerson Fittipaldi, habló con Berta y le ofreció un Cosworth. La condición era que si se rompía, Berta debía hacerse cargo. El Mago desistió de la propuesta ante la imposibilidad económica de un percance. Hubo allegados que quisieron juntar dinero y comprarle uno. Pero el preparador nacido en Rafaela debía trabajar de forma muy apresurada y también declinó esa opción. García Veiga ni siguiera pudo formar parte de ensayos oficiales, aunque ello no les quita el mérito por el histórico intento.
En el año anterior a su fallida incursión en la Máxima, Berta se coronó por cuarta vez en la Mecánica Argentina F-1, con Luís Rubén Di Palma como piloto. Antes lo había hecho con Eduardo Copello (1968), Jorge Ternengo (1969) y García Veiga (1973).
Hace unos años, en diálogo con La Única, el propio Berta recordó que “fue un auto especial. No conseguimos patrocinio de ningún lado y no estábamos en buenas relaciones con La Razón (N. de la R: principal sponsor de Berta a comienzos de 1970). Al menos lo intentamos. Hubiese sido grandioso poder largar la carrera”, agregó. Además reveló que “Me gustaría tener el auto en marcha y ver cómo funciona. Quiero probar un motor en el dinamómetro y luego en pista para ver cómo corría en su momento”. Hace dos años el Mago adquirió en los Estados Unidos el motor Chevrolet V8 que este auto empleaba en la F-5000. Una vez restaurado, estaría en condiciones de volver a la pista.
Hoy suena a utopía emular un hecho tal. No porque no haya talentos técnicos capaces de lograrlo, ya que de haber tenido la chance económica y con garantías de desarrollo, tal vez Enrique Scalabroni o Sergio Rinland se hubiesen animado. La capacidad argentina continúa, pero falta el prepuesto. Pequeño detalle...
Por ello resulta un hito la jugada de Oreste Berta. Tras haberlo apostado todo por la F-1, el Mago atravesó un delicado momento económico. Sin embargo, desde su Fortaleza en Alta Gracia, Córdoba, se recuperó con otra de sus genialidades: el auto de Fórmula 2 Nacional que luego dominó en la F-2 Codasur, categoría que fue una sensación en esta región de América en la década del ochenta.
Aquél domingo 10 de enero de 1975, el monoposto de Berta no llegó a la grilla de partida, pero su intento trascendió en el tiempo. Como le contó Brian Berta a CORSA, el LR F-1 está en proceso de restauración. Un exponente criollo en la Máxima. Primera y hasta ahora única vez. Fue cuando hubo un F-1 argentino.
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