El aficionado del deporte en la Argentina es muy apasionado y exitista. Cada vez que uno de los nuestros acaricia la cima o la consigue, se genera un fenómeno popular que supera a la propia disciplina en particular. Lo demuestra el caso de Juan Martín del Potro buscando ser el N° 1 en el tenis. Algo similar pasó décadas atrás con el automovilismo gracias a Carlos Alberto Reutemann en la Fórmula 1, en especial cuando fue subcampeón.
El imaginario colectivo argentino tiene incorporado el “orgullo nacional” que genera el ver en lo más alto a un compatriota. Arrastra a multitudes. Codearse con los mejores, demostrar que se puede llegar a la cúspide y escuchar el Himno Nacional bien arriba de un podio, motiva a la gente. El deportista trasciende, su performance en gran nivel aumenta el rating televisivo y así se logra más difusión para su actividad.
Por estos días hasta los que no son amantes del tenis siguen la campaña de “Delpo”. A fines de marzo en el Master 1000 de Miami, Estados Unidos, el público en general se enganchó con el tandilense que, de haber ganado ese certamen, hubiese completado el podio de la Asociación de Tenistas Profesionales (ATP). “La Torre” cayó en semifinales, pero captó la atención de miles de argentinos que ahora están pendientes de sus partidos. Hoy figura sexto en el ranking de la ATP. Por ello se vieron favorecidos el propio del Potro, que sumó seguidores y el tenis en particular, que logró nuevos adeptos.
Cada vez que la Argentina es bien representada, ya sea en competiciones individuales o grupales, promueve e incentiva la práctica de esa disciplina. En este milenio pasó, por ejemplo, cuando Las Leonas ganaron el Mundial de Hockey sobre Césped de 2002 en Perth (Australia), también con la “Generación Dorada” del Básquet, subcampeona del mundo en 2002 en Indianápolis (Estados Unidos) y Medalla Dorada en 2004 en los Juegos Olímpicos de Atenas (Grecia) con Emanuel Ginóbili como abanderado; con Los Pumas y su tercer puesto en el Mundial de Rugby de 2007 en Francia y con el propio tenis cuando se logró la Copa Davis en 2016 con el mismo Del Potro como figura...
Ese fenómeno se dio en el automovilismo entre 1972 y principios de 1982 con Reutemann. No solo los fierreros se levantaban temprano para seguir las carreras de Lole en la F-1, que hasta era tapa de revistas de interés general. El santafesino culminó tercero en tres temporadas: 1975, 1978 y 1980. Fue uno de los mejores corredores de su época. Corrió en Brabham, Ferrari, Lotus y Williams. La gente disfrutó con sus 12 victorias, entre las cuales se destacan las de Nürburgring (Alemania) en 1975, el GP de Gran Bretaña en 1978, Mónaco en 1980 y las dos obtenidas en 1981, Brasil y Bélgica, año en el que perdió la corona por solo un punto a manos del brasileño Nelson Piquet. Además logró 45 podios sobre 146 carreras disputadas, es decir, uno cada tres competencias, y marcó seis pole positions y otros tantos récords de vueltas.
La definición de Las Vegas con el Lole como protagonista cambió el horario de un Boca-River.
El ejercicio 1981 de la Máxima fue muy especial para los argentinos, que siguieron cada una de las 15 carreras del campeonato. El interés del público en general fue tan grande que la histórica definición en Las Vegas, el sábado el 17 el octubre, hizo cambiar el horario de un Boca-River, en épocas donde estos clubes tenían entre tantas figuras a Diego Armando Maradona y Mario Alberto Kempes, respectivamente. Ese superclásico se jugó a la mañana para que todos pudieran ver la carrera de Reutemann, que fue por la tarde.
La falta de un argentino en la Máxima hace perder la atención del deporte motor en la gente que no lo sigue de forma habitual. El público en general sabe de un ”Tuero” o un “Fontana”. “Un punto negativo y que le hace muy mal al automovilismo argentino es no tener un piloto nuestro en la F-1”, dijo Hugo Mazzacane, el presidente de la ACTC, en la última fecha del TC de 2017. Su hijo Gastón fue, justamente, el último compatriota en correr en la categoría, hace ya 17 años...
El deporte motor cada vez tiene menos espacio en los medios. La actividad nacional es fuerte, pero falta ese interés general que genera un argentino en la F-1. De plasmarse ello y se hiciera realidad el sueño de volver a tener adelante a uno de los nuestros, sería una inyección anímica vital para esta disciplina. Ratificaría la atención de los fieles que aún siguen las carreras, haría volver a los que dejaron de verlas y captaría nuevos seguidores. Sería la merecida reivindicación del viejo y querido automovilismo argentino.
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