Tests

11/08/2011

Chico inteligente

El microcoupé llama la atención por comodidad, prestaciones y equipamiento. También por su elevado precio...


Basta pensar en cómo está casi al borde del colapso el tránsito en nuestras grandes ciudades, para imaginarse lo que ocurre en el resto del mundo más desarrollado y con mayor densidad poblacional. Los microcoupés, que fueron en la segunda posguerra una solución para motorizar lo más económicamente posible a países que se levantaban después del conflicto, son ahora una necesidad para facilitar el movimiento cotidiano en ese caótico tránsito urbano.

El Smart (inteligente) en su versión cerrada, la que probamos, es Fortwo (para dos). Fue pensado e ideado por la relojera suiza Swatch que encontró en la Daimler la industria para producirlo. Por eso Smart es también el acrónimo resultante de Swatch Mercedes Art. Fue presentado en 1997 y la que nos llega es la más reciente actualización de la segunda generación, lanzada en 2006.

Alto, angosto y llamativamente corto, brinda una imagen absolutamente diferente a lo que estamos acostumbrados a ver. El ángulo lateral es el que provee su aspecto más singular y desde el cual se aprecia su exiguo entre ejes, de apenas 1,86 metros, el que contrasta con su altura de 1,54 metros. El paño más grande de la carrocería es el que da forma a sus dos puertas de acceso, proporcionalmente muy grandes, que en su parte posterior culminan con un arco de un octavo de circunferencia.

El interior es realmente espacioso para sus dos tripulantes, con un acceso más fácil que en otros autos más amplios debido al tamaño de las puertas. La postura del conductor es confortable, pese a que no se regula la altura del asiento ni la de la columna de dirección. Al estar ambas butacas muy juntas -no hay espacio entre ellas- puede producirse una incomodidad por la posición de los codos. La altura del Smart permite que personas de gran talla no sean molestadas por el roce con el techo. La terminación del interior es de una categoría digna de la prosapia Mercedes. El tablero de instrumentos es simple pero completo, con el velocímetro frente al que maneja y tacómetro y reloj sobre la parte superior de la plancha, en el centro. Todos son digitales y de buena lectura. Hay preponderancia de plásticos rígidos, pero como dijimos, de excelente factura.


El motor es un tricilíndrico de 1.0 y 12 válvulas, comandadas con cadena por dos árboles de levas a la cabeza. La admisión es variable. La potencia de 84 CV se consigue con el auxilio de un turbocompresor con intercooler, algo que equipara a este impulsor al de un 1.6 aspirado. Tiene un comportamiento ágil y logra prestaciones muy interesantes, ya que a sus 800 kilos (más el peso del conductor) los acelera de 0 a 100 km/h en 12,2 segundos y en ruta llega a superar holgadamente los 140 km/h, una velocidad más que suficiente en un auto pensado principalmente para el tránsito urbano.

Por supuesto resalta su economía de consumo, que establecimos en 13,5 km por litro de nafta en ciudad y de 17,2 marchando a 120 km/h constantes en ruta o 18,4 manejando a 90 km/h. El tanque es de 33 litros y proporciona una autonomía de aproximadamente 450 km en el uso citadino.

La caja de velocidades es de cinco marchas y no automática sino robotizada, como por ejemplo la del Fiat Linea, que con cada cambio produce un muy perceptible cabeceo, que se disimula aflojando levemente la presión sobre el acelerador antes del cambio de marcha, a lo que hay que acostumbrarse. Los cambios pueden ser semiautomáticos seleccionando la opción secuencial, que se maneja con la leva central o con las del volante.

Las suspensiones tienden a la dureza, muy copiadoras en lo desparejo; pero le dan una gran estabilidad. Más que suficiente el desempeño de frenos, con discos ventilados adelante y campanas atrás. Una curiosidad es la diferencia de rodados: el delantero es de 155/60 adelante y de 175/55 atrás, en llantas de aleación de 15 pulgadas en medidas 5J y 6,5J respectivamente.

No hay rueda de auxilio pero sí un kit de reparación en el baúl de muy razonables 220 litros. El portón se baja al mismo tiempo que se levanta la luneta para acceder al espacio de carga, que alcanza para un moderado equipaje repartido en pequeños bolsos. La parte inferior queda como la de los portones de las pick ups soportando un peso de 100 kilos. El acristalado trasero es suficiente para dar buena visión hacia atrás al conductor y está coronado por un pequeño alerón y la tercera luz de stop. Levantando el piso del baúl se accede al motor.


El equipamiento es completo, acorde con su precio: aire acondicionado automático, sensores de lluvia y luces, retrovisores eléctricos y calefaccionados, desbloqueo eléctrico del portón, alza cristales con one touch, cierre centralizado a distancia, computadora, regulación de alcance de luces, volante deportivo forrado en cuero, GPS y equipo multimedia con pantalla dactilar de 5,5 pulgadas, que incluye radio, reproductor de CD y DVD con USB, SD, iPod y entrada auxiliar. En cuanto a seguridad, cuenta con airbags frontales y laterales, servofreno de emergencia, ayuda de arranque en pendiente, alarma antirrobo y faros para niebla. También se destaca por la estructura de seguridad Tridion hecha con acero de alta resistencia.

El precio del Smart coupé es de u$s 24.900 (se ofrece también en versión cabrio, por dos mil dólares más) que resulta obviamente elevado para un vehículo tan pequeño. Para colmo, con una garantía de sólo dos años. Por el momento no tenemos un parámetro para posicionarlo, pero se debe considerar (más allá de su eficiencia para desenvolverse en el complicado tránsito actual) que al Smart se le asignará en muchas familias el rol de segundo (o tercero, o cuarto…) vehículo, en casas en las cuales se pueden dar el lujo de incorporar un verdadero (y muy útil, valga el contrasentido) chiche, pero caro. Por de pronto, se está vendiendo muy bien en Argentina.