No siguió los pasos de su padre arriba de un auto de carrera o vinculada al automovilismo, aunque Roberto Mouras debe estar orgulloso al ver a su hija sobre un escenario. Natalia Mouras tenía siete años cuando falleció su padre. Es actriz y en charla con CORSA recordó al Toro, pero desde la faceta íntima, en el día a día.
Dulce y paciente. “Mi papá era muy amoroso. Siempre tranquilo, con una sonrisa. No era de retarme, sino de educarme explicándome las cosas o jugando para lograr que le haga caso. Me marcó su dulzura y paciencia. Realmente todo lo resolvía así con nosotras. Me acuerdo que yo en una época pensaba que lo que a él le gustaba era salir en la tele, algo que no terminaba de entender por mi edad. Entonces empecé a sugerirle que lo mejor era que conduzca un programa para chicos porque no era riesgoso como correr carreras. Él jamás trató mi idea como ridícula, ni la desestimó adelante mío. Al contrario, empezamos a jugar a ver cómo sería su programa para chicos y me pedía que le muestre lo que tenía que hacer”.
Divertido. “Cuando íbamos al supermercado a hacer la compra mensual, papá y yo nos distraíamos jugando con el carrito como si fueran autos y mamá nos perseguía para poder cargarlos de las cosas que teníamos que comprar. Nos divertía hacer el ruido como si fueran autos corriendo. También solía sentarme a upa de él cuando salíamos de casa en la cupé Fuego (que conservamos con mucho amor), y me hacía creer que la que estaba manejando era yo. En realidad solo agarraba el volante y no me daba cuenta que igualmente lo manejaba él. Me hacían creer que iba manejando yo. Me encantaba. Durante bastante tiempo anduve diciendo que con siete años yo ya sabía manejar autos, ja, ja”.
Bajo perfil y solidario. “Siempre fue muy humilde. Incluso en nuestra cuadra había chicos súper fanáticos suyos que lo esperaban en la puerta del edificio de al lado y él, a pesar de su timidez, o a veces su apuro por llegar a algún lado, siempre era muy atento, amable y les dedicaba unos minutos para conversar con ellos o firmarles un autógrafo. En cuanto a lo solidario, en el auto varías veces había cosas que él decía que eran para personas que las necesitaban”.
Su legado. “Cuando tenga hijos les voy a mostrar los videos de mi papá, hablando y corriendo. Creo que ver esas carreras lo dicen todo. Yo no dejo de admirarlo viéndolas una y otra vez; no salgo de mi asombro (y eso que ya sé todo lo que va a hacer), pero me resulta increíble. Era un verdadero maestro. Me encanta verlo. Y creo que es la mejor forma de mostrarles el genio de su abuelo”.
Automovilismo. “Me gusta, pero después de lo que le pasó a mi papá, me cuesta más verlo. Aunque todo cambió, si estoy viendo y hay un accidente, por más leve que sea, me pone muy mal. No puedo manejarlo. Mi vida después de la muerte de mi papá cambió por completo y no se lo deseo a ninguna familia. Por eso me angustio si los corredores tienen un accidente. Pienso en sus familias y me pongo mal. Pero con mamá disfrutamos el ‘folcklore’ que representa ir al autódromo, pasar la mañana y mediodía ahí, viendo la carrera, comiendo algo y saludando amigos. Es muy lindo. Así que cuando podemos, lo hacemos. Es una pasión que nos transmitió papá”.
Eterno. “Con mi mamá lo tenemos presente todos los días de nuestras vidas, todo el tiempo surge alguna anécdota que lo trae un ratito, siempre. Son esas cosas que lo mantienen vivo. Aunque su ausencia se siente cada día más y es imposible de superar”.
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