Once ediciones de las 500 Millas de Indianápolis debió disputar Will Power para entrar en la historia grande de una de las carreras más importantes del deporte motor a nivel mundial. El australiano, de 37 años, logró el tan ansiado objetivo el pasado domingo, al arribar antes que nadie a la bandera a cuadros que dio por terminada la 102ª edición de la prueba.
“Quiero llorar, nunca estuve tan emocionado”, reconoció Power tras la victoria, la 32ª en once temporadas (debutó en 2008) en la IndyCar. El piloto del Team Penske, que lideró durante 59 de las 200 vueltas de competencia, explicó que el ritmo de la misma se asemejó a las Indy 500 celebradas una década atrás, gracias al nuevo kit aerodinámico brindado por Dallara para este certamen: “Fue una carrera como las que vivimos entre 2008 y 2011. Se trataba de mantener una buena velocidad, teniendo en cuenta la degradación de los neumáticos”, explicó.
Power, que se transformó en el primer australiano en ganar en el óvalo de Indianápolis, afirmó que lo conseguido fue producto de “la velocidad a la que fuimos, las paradas en boxes y el buen trabajo hecho en los reinicios”.
“No fue una victoria fácil, hubo que pelear para lograrla. Eso hizo que el resultado sea mucho más satisfactorio”, afirmó quién como mejor resultado en las 500 había alcanzado un 2° lugar, en el mismo año (2015) de la anterior victoria del conjunto liderado por Roger Penske.
“Había ganado tantas carreras y ‘poles’ pero nunca Indy 500, por lo que me preguntaba si alguna vez iba a ganarla”, concluyó Power, que gracias a sus dos triunfos en Indianápolis (fue el primero en ganar las dos competencias que la categoría disputa allí de manera seguida desde 2014) accedió a la punta del campeonato.
Desde la cúpula de la empresa aseguraron que cuando vuelvan a las 500 Millas de Indianápolis lo harán como equipo propio, tal como ocurrió en la fallida incursión de este año.
Tras largar desde la pole position, el francés se quedó con su primer éxito en esta legendaria prueba.
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