Historia del TC

22/08/2017

Por amor a vos

El histórico Ford de Jorge Oyhanart, protagonista del TC en los ’80, fue restaurado con la ayuda de un fanático del Vasco.

La devoción por los pilotos de Turismo Carretera también se traslada a los autos. Uno histórico, como el Ford que Jorge Oyhanart corrió entre 1981 y 1990, fue recuperado gracias al trabajo a pulmón del Vasco, sus dos mecánicos y de un seguidor del ex piloto de Pilar.

“El auto estaba abandonado en un granero propiedad del Vasco. En 2012 le organicé un homenaje en el Autódromo de Buenos Aires aprovechando que él corría de invitado de su hijo Mariano en el TC Bonaerense. Mucha gente se acercó y se formó un lindo grupo donde tiré la idea de armarle el Falcon como sorpresa. Fui al granero, trepé unas máquinas, corrí fierros y pude sacarle fotos en su peor estado. Organizamos cosas, pero no se pudo hacer...”, relata Pablo Odriozola, fiel seguidor del Vasco y del Chueco, apodo que Oyhanart le puso al auto la primera vez que lo vio al notarlo torcido.

Jorge Oyhanart y Pablo Odriozola.

Jorge Oyhanart y Pablo Odriozola.

“A finales de 2015 Oyhanart -sin saber nada de nuestro deseo- fue a buscar al auto y le mandó a hacer la chapa y la pintura general, aunque no quedó como era su deseo. Pero el Chueco querido ya había dado su primer paso para volver. De ahí en más en su taller se comenzó a armar con las propias manos del Vasco, la colaboración de sus mecánicos Roberto Bianciotti y Marcelo Elordi y la mía”, agrega Odriozola. 

“Un año y medio después el auto ya estaba en marcha con su motor original. Ahí el Vasco me pidió que le consiguiera un letrista para las publicidades y los números. Como no pude conseguir ninguno, compré pinceles y pintura y encaré el trabajo de decoración y letras. Fue el sueño del pibe, al auto de mi vida, al que llevo tatuado en mi espalda, lo estaba pintando para que vuelva a ser lo que era”, culminó Pablo, ex kartista que ahora tiene un programa especializado llamado Boxes KartTV que sale por YouTube.

El auto, que tiene calzadas las legendarias gomas Faneco de aquella época, lleva en el baúl una foto con las seis victorias que el Vasco logró con el Chueco.

El cariño de Odriozola y de otros fanáticos es una cosecha que Oyhanart sembró gracias a su fidelidad al óvalo, marca que representó en los ’80 a pesar de que Dodge era el auto que aseguraba ser protagonista. Aunque el Vasco jamás fue campeón (fue segundo en el torneo de 1987), los hinchas de Ford aún le rinden tributo. La recuperación del Chueco es una clara muestra de cómo la lealtad por una marca puede generar devoción eterna.

PorDarío Coronel