Historia del TC

22/11/2017

Toro por siempre

Se cumplen 25 años de la muerte de Roberto José Mouras. Tricampeón del TC y uno de los ídolos más grandes del automovilismo argentino. También un ejemplo de vida.

Acaparar la atención del público no se logra sólo con buenos resultados en la pista. Muchas veces los buenos tipos, esos que se destacan arriba y abajo del auto, tienen un reconocimiento especial. Roberto José Mouras fue uno de ellos. Por eso el Toro es resistente al olvido, pese a que hace 25 años se fue para siempre. Fue a lo grande, con una victoria.

Mouras hizo mucho por el automovilismo y por su gente. Nació un 16 de febrero de 1948 en Moctezuma, un pueblo del partido de Carlos Casares. Más tarde realizó sus estudios secundarios en Casares y desde muy joven fue muy querido en esa ciudad.

Amigo compinche, buen vecino, conocido entre los suyos como el Príncipe de Carlos Casares. Claro que ese título luego pasó a ser el de rey, pero en el TC durante su años de hegemonía en la especialidad.

Como típica localidad bonaerense, en Casares se respira automovilismo. Y en especial Turismo Carretera. Roberto no fue la excepción y de a poco se fue volcando a los fierros. A los 18 años comenzó a competir en categorías zonales ganando por primera vez una carrera a bordo de un Chevrolet 400 de Turismo Mejorado.

Entonces debutó en el TC el 30 de agosto de 1970 a bordo de un Torino. Fue en la Vuelta de Chivilcoy y finalizó octavo en la carrera que ganó Luis Rubén Di Palma (Torino), quien llevó como acompañante a Palito Ortega.

Más tarde Roberto pasó a la marca de sus amores: Chevrolet. Gestó una gran relación con el preparador preponderante de la marca: Jorge Pedersoli. Junto a Omar Wilke fueron los artífices de la cupé Chevy del equipo oficial de General Motors que condujo el Toro: el mítico 7 de Oro, con el que logró seis triunfos consecutivos. Un récord que aún no fue batido.

El Toro Mouras sobre el mítico 7 de Oro.

El Toro Mouras sobre el mítico 7 de Oro.

Fue en 1976, año en el que parecía que la hegemonía del equipo oficial Ford con Héctor Gradassi y Juan María Traverso caería de una buena vez. La racha comenzó el 9 de mayo de ese año cuando el Príncipe logró su primera victoria en la especialidad. Fue en Bahía Blanca. La racha siguió en la Vuelta de Las Flores, en el semipermanente Luciano Fortabat de Olavarría, en el Gran Premio del Llano corrido en Laboulaye (Córdoba), en San Miguel del Monte y, nuevamente, en el trazado olavarriense.

El público de Chevrolet enloqueció con él y con un ícono de la marca como el 7 de Oro, en base a los colores que llevaba de acuerdo a su auspiciante, la firma de whisky Old Smuggler. La racha se cortó en la Vuelta de Salto disputada en el circuito de Pergamino. Fue un día de profundo dolor: el despiste del Falcon de Eugenio Cali y el vuelco del Chevrolet de la peña “La Espumita Quilmeña” que manejaba Carlos Nani, provocaron tres decesos y 17 heridos. Entonces la CDA del ACA, a cargo de Juan Manuel Bordeu, decidió suspender las carreras en ruta. La definición sería en tres carreras disputadas en el Autódromo de Buenos Aires.

La actividad volvió el 21 de noviembre en el escenario porteño. Fue una competencia con puntaje especial ya que el ganador se llevaría 24 puntos, como en una competencia de más de 150 kilómetros... El Toro tuvo problemas mecánicos en su Chevrolet y no pudo sumar. La victoria fue para Pirín Gradassi, quien luego repitió en el Oscar y Juan Gálvez. El cordobés se quedó con su cuarto y último título. Mouras, Pedersoli y Wilke vivieron una gran frustración pero más tarde tendrían su revancha…

Iniciada la década del ochenta sus preparadores le aconsejaron al Príncipe cambiarse de marca ante el buen rendimiento que mostraban las cupé Dodge GTX. Con este modelo llegó la gloria. Mouras ganó 27 carreras y se quedó con los títulos en 1983, 1984 y 1985. Al año  siguiente retornó a Chevrolet, su gran amor. Los hinchas del Chivo valoraron su vuelta, más en esos años donde a la marca no era favorita para ser campeón. Pero el sentimiento era más fuerte y Mouras llegaba a comparar que “una buena carrera con Chevrolet era como si hubiese hecho cinco buenas con Dodge”. 

Siguió siendo protagonista y ganador. El idilio de la gente de Chevrolet crecía a cada segundo. Peleó campeonatos, pero no hubo caso. Llegó la temporada de 1992. Ante el reciente retiro de Oscar Roberto Castellano, su rival de siempre y su álter ego, muchos se preguntaban si Mouras seguiría su camino a fin de año.

Pero el Toro estaba más vivo que nunca. Luego de ganar en el arranque en el Triángulo del Tuyú, en Santa Teresita, logró un memorable triunfo en Buenos Aires. Sus máximos oponentes a la corona eran Juan Manuel Landa (Dodge) y el entonces campeón, Oscar Raúl Aventin (Ford).

Sin embargo el mediodía del 22 de noviembre de 1992 en el circuito de Lobos, se fue para siempre en la vida terrenal y alcanzó la inmortalidad en el reconocimiento. Venía ganado la final, pero un fuerte golpe contra un talud de tierra tras la rotura de una goma delantera izquierda, le ocasionaron heridas mortales. Fue declarado ganador post mortem. Esa fue la victoria número 50 del Toro. Corrió 259 finales, es decir que festejó en casi una de cada cinco disputadas. Todavía es el segundo más ganador en la historia del TC, superado sólo por Juan Gálvez, con 56 éxitos.

Un hondo pesar causó su partida. Donde más se sintió fue en su tierra, en Carlos Casares. Luego de su deceso se supo de los gestos del gran campeón. El hogar “Mi Casa Grande” es un centro para chicos de la calle ubicado en ésa localidad. Hacia allí iban las zapatillas, los alimentos y juguetes que Mouras compraba en Buenos Aires.

Su humildad lo llevaron a mantener el perfil bajo y no hacer elocuencia de su generosidad. Su hidalguía dentro y fuera de la pista también fue reconocida por sus rivales. “Tuve poca relación con él debajo del auto. Éramos muy ásperos corriendo pero siempre tuvo unos códigos admirables. Lamenté mucho su partida”, aseguró el Pincho Castellano.

“Nunca integró la Comisión Directiva de la ACTC, pero todos los martes estaba en la sede. Se tomaba su te y siempre participaba dando su opinión”, recordó el Puma Aventin. “Fue el hijo que me dio la vida”, confesó Pedersoli.

La ACTC le rindió un merecido homenaje con el autódromo que lleva su nombre en La Plata. También dos de sus categorías: el TC Mouras y el TC Pista Mouras. Pasaron 25 años de su partida, pero su recuerdo está más vivo que nunca.

Ídolo de grandes y  de muchos jóvenes que nunca lo vieron correr. El mejor tributo que se le puede hacer es seguir su ejemplo de vida de Roberto José Mouras. Admirado por sus propios rivales. Querido y respetado por todas las hinchadas, en especial por la de Chevrolet, marca por la que dio todo por ser campeón, hasta su propia vida.

PorDarío Coronel