Hacía tiempo que el automovilismo argentino no tenía un piloto en el exterior con el brillo que tiene en la actualidad José María López. Hacía tiempo que no había alguien que pusiera tan alto la bandera de nuestro país como lo hace este muchacho de 32 años que pasó buena parte de su vida compitiendo en Europa.
Pechito siempre demostró ser talentoso y lo que está haciendo en el Mundial de Turismo es una muestra de ello. En poco tiempo le tomó la mano a la categoría y se convirtió en su referente indiscutido. Tanto que en plena lucha por su segundo título en la especialidad es inevitable preguntarse por qué les gana a sus rivales. Porque ni siquiera Yvan Muller y Sébastien Loeb, sus compañeros en el Citroën Total WTCC, pueden con él pese a que son dos pilotos con el talento y la experiencia necesaria como para sobresalir sin demasiado esfuerzo gracias a estar en el mejor equipo.
En esta nueva etapa en el automovilismo internacional, López tuvo más satisfacciones que amarguras (sobran los dedos de una mano para contabilizar sus grandes frustraciones). Claro que algo que parece bueno se puede volver en contra si por tanta confianza se baja la guardia. Y es ahí, justamente, donde López también hace una diferencia. Porque cuando muchos se cuestionaban su falta de victorias en solo dos fechas, apareció con toda su furia en Paul Ricard para demostrar que está dispuesto a batallar hasta el final para continuar reinando en el WTCC.
¿Por qué les gana López? Les gana porque tiene un plus, algo que lo hace distinto. Les gana porque es un campeón que lucha y que jamás se rinde.
El automovilismo nacional de pista está en crisis. Se desconoce el interés del público. La dirigencia puede reivindicar la actividad o empeorar su panorama.
Agustín Canapino marca una época. Es múltiple campeón y garantía de espectáculo por su forma de correr.
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