Si de rivalidades en el Turismo Carretera se trata, la que protagonizaron Roberto Mouras y Oscar Castellano merece un capítulo aparte; tal como ocurrió con Ford vs. Chevrolet y Gálvez vs. Fangio. Ambos llegaron a compartir una misma marca: Dodge. Pero el ansia por ganar carreras y títulos hizo que entre ellos hubiera un encono que, por lo general, terminaba con sus autos abollados o con alguno excluido.
En la década de 1980 el Toro y el Pincho se convirtieron en los hombres a batir y a batirse entre sí. “¿Mouras?... Es un buen piloto, pero se equivoca mucho. Basta mirar hacia atrás para comprobar que lo que digo es correcto”, dijo una vez el de Lobería. “Pienso que Castellano es bueno, pero no sabe levantar el pie en situaciones comprometidas. Es vehemente, se transforma y no mide las consecuencias”, opinó por esa misma época el de Carlos Casares.
Al margen de la supremacía que ambos mostraron, el asunto de los toques también los relacionó íntimamente. ¿Existía algún culpable? ¿Existía una manera de poner coto a este problema? De más está decir que en sus maniobras no había intenciones -o por lo menos uno piensa eso-, sino que se trataba de la consecuencia de dos hombres que buscaban un mismo objetivo: ganar.
La Asociación Corredores Turismo Carretera tuvo que meterse más de una vez para tratar de calmar las aguas. Como cuando excluyó a Castellano por un toque grosero a Mouras en la carrera de Olavarría de 1983. Pero el tiempo demostró que era difícil tranquilizar a estos muchachos. De hecho, el Gran Premio de aquel año terminó con los dos amonestados y en “observación” durante seis carreras. Y nuevamente en Olavarría, en 1984, tras otro encontronazo cuando luchaba por la victoria, Castellano fue penalizado en carrera y Mouras, suspendido…
“Entré pasado con el derecho a la cuerda, pero creo que por una mancha de aceite no pude frenar bien. Me pasé, tomando la chicana por la mitad. De todos modos creo que el recargo de 30 segundos es excesivo”, explicó el de Lobería, quien había ganado en la pista, pero con la sanción retrocedió al sexto puesto. Obviamente, la óptica del crédito de Carlos Casares, que se quedó con el triunfo, fue diferente: “Castellano venía pasado… Yo circulaba por la izquierda y cuando fui a entrar en la chicana, al querer entrar él también, se produjo un roce. No me cerré en ningún momento. Yo iba adelante con medio auto de ventaja”. Aunque aclaró: “Entiendo que todo fue producto de las circunstancias. No existió, al menos de mi parte, intención de perjudicar… Quien embocaba en primer lugar esa chicana, ganaba la carrera”.
Resulta pintoresco el relato de Alberto Gagliardi desde el avión de Carburando de aquella maniobra. “¡Qué final…! Ojalá sigan así como hasta ahora. Lo va a buscar Mouras por la izquierda, lo quiere emparejar… Castellano no quiere dejarse pasar. Mouras pone la trompa, medio auto… Ahora están iguales… Hay una trompa a favor de Mouras. Se le escapó, pero ahora viene la chicana. ¡Qué final, señoras y señores!... Castellano por la derecha, Mouras por la izquierda. ¡Se tocan!... ¡Se tocan!... Se va afuera Mouras, se va a fuera Castellano... Cuando Mouras quiso tirarse por adentro se enganchó con Castellano. Mouras en trompo completo a la entrada de la chicana. Castellano salió, pero atención: no entró en la chicana, la cruzó por el centro. Y aquí viene Castellano… El que sí hizo toda la chicana fue Mouras. ¡Qué lástima, qué lástima!”.
Polémicas al margen, Mouras y Castellano marcaron una época en el TC. De hecho, ambos lograron seis títulos en la década de 1980. El Toro celebró tres veces con Dodge (1983, 1984 y 1985); mientras que el Pincho logró los títulos de 1987 y 1988 con Dodge y 1989 con Ford. Sin dudas, una supremacía que no pasó inadvertida en su momento. Así lo testifican algunos testimonios. Veamos...
“Mouras y Castellano son pilotos de características parejas, aunque tienen dos estilos distintos de manejo, por eso es difícil inclinarse por uno o por otro. Castellano tiene antecedentes pisteros que, indudablemente, le brindan una amplia gama de conocimientos; y Mouras estuvo varios años en un equipo importante, como lo fue el de la Comisión de Concesionarios General Motors”, opinaba Emilio Satriano. También resultaba válida la de Jorge Martínez Boero, símbolo de Ford. “Ambos son excelentes pilotos y tienen cierta superioridad sobre el resto, pero como anduve a la par de ambos creo que ganarles no es algo imposible. Incluso Oscar Aventin, con su característica verborragia, también brindó su parecer: “No cabe dudas que tanto Mouras como Castellano son los hombres a batir, pero esto no significa que sean dos superhombres. El secreto de ellos es que cuentan con autos muy bien armados y se les puede ganar contando con un vehículo de similares características”.
Mouras vs. Castellano, Castellano vs. Mouras. Una rivalidad -y una hegemonía- que marcó una época en el TC y que trascendió las fronteras del tiempo.
A 30 años del fallecimiento de Oscar Alfredo Gálvez. Fue el primer argentino en ganarle a los europeos y cinco veces campeón de TC.
A 30 años de la primera victoria del “Jumbo”, el Ford Fairlane de Oscar Angeletti. El auto revolucionó al TC en 1989.
Copyright ©2016 CORSA - Todos los derechos reservados